Lee la historia
Las promesas suelen ser muy tentadoras.
“¡Delgada para siempre!”
“Un abdomen plano en diez días.”
“Cinco pasos para tener un rostro más hermoso.”
“Basta de cabellos desarreglados.”
“Agregue donde quiera y quite donde le parezca.”
“Los cien secretos de la belleza.”
“Coma más y pese menos.”
“Las modelos “top”: ¿Cómo hacen para verse tan bien?”
“Diez tendencias para la moda de este verano.”
Los kioscos de revistas rebosan de promesas como estas. La televisión y la radio pasan comerciales que aseguran que Oxy10 puede aclarar el color de tu piel, Miss Clairol puede darle brillo a tu cabello, y la dieta adecuada, junto con la ropa justa y las comidas necesarias pueden hacer que te veas como una modelo o una estrella de cine.
Es lindo ser hermosa, pero no todos nacemos con señales de belleza bien colocadas. Pero está bien así, porque la piel, el cabello y el peso no son las únicas cosas que hacen atractiva a una persona. Lo más efectivo, lo creas o no, es la santidad.
Por supuesto, la mayoría de las personas no creen que la justicia y la santidad sean “atractivas”. Quizá porque su imagen de la justicia es la de un monje mudo encerrado en un monasterio o una mujer medio loca recitando versículos bíblicos en una esquina. Pero la verdadera piedad, la santidad bíblica, es irresistiblemente atractiva.
Observa la santidad de Dios el Padre. ¿Recuerdas la historia de Moisés, que vio una zarza ardiendo en el desierto? Moisés se aproximó al arbusto para ver qué estaba pasando, y escuchó una voz que lo llamaba por su nombre y le decía: “No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Éxodo 3:5). La santidad de Dios el Padre era atractiva, pero inaccesible. Luego, cuando Dios se encontró con Moisés en el Monte Sinaí, le advirtió: “Y señalarás límites al pueblo en derredor, diciendo: Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá” (Éxodo 19:12).
Era necesario marcar límites, porque la santidad de Dios era atractiva. El Señor le advirtió a Moisés que no permitiera que la gente invadiese el monte de Dios; ¿por qué? Porque sabía que ellos se verían atraídos por la belleza de su santidad. La santidad de Dios era atractiva, pero al mismo tiempo inaccesible.
Observa la santidad de Dios el Hijo. La santidad de Cristo era la santidad de Dios hecha accesible. Era la santidad traída a nuestro nivel. Era la santidad que podemos ver y entender. La santidad de Jesús se veía en su obra, en sus palabras, en sus lágrimas y en su risa. Y su santidad era atractiva. La Biblia dice que “le seguía mucha gente” (Mateo 8:1); y le presentaban niños para que los tocase (Marcos 10:13); tanto hombres como mujeres disfrutaban de estar en compañía de él. Por lo que sabemos, Jesús no era el más apuesto de los galanes... pero era hermoso porque era santo.
Observa la santidad de Dios en nosotros. La vida de santidad otorga una belleza extraterrena, un atractivo poco común al joven o la jovencita que “adora a Dios en la hermosura de la santidad” (Salmo 29:2). Si has estado alguna vez cerca de alguien así, sabes cómo es esa belleza. Un hombre, que fue evangelista durante muchos años, no era particularmente apuesto ni bien parecido; pero la gente formaba largas filas para hablar con él, escucharlo, pasar tiempo con él en conferencias, almuerzos y pausas en el programa, porque él los atraía. El estilo de vida vertical magnificaba el amor y la belleza natural de una profesora; las jovencitas que estaban en sus clases trataban (algunas conscientemente, otras no), de hablar como ella, caminar como ella y vestirse como ella. Había otras que, sin duda, eran más bonitas; pero la belleza de la santidad brillaba en su rostro y en su vida, haciéndola más atractiva de lo que podrían hacerla Clairol o los cosméticos de Revlon.
Como dijera C.S. Lewis, autor de Las Crónicas de Narnia y Cartas a un Diablo Novato, en una carta a un amigo: “Cuán poco sabe la gente que dice que la santidad es aburrida. Cuando uno se la encuentra de verdad... es irresistible.”
En tus propias palabras
• ¿Cuánto tiempo dedicas por día a tu apariencia física (eligiendo ropa, arreglándote el cabello, etc.)?
__menos de cinco minutos
__menos de diez minutos
__menos de media hora
__menos de una hora
__a cada segundo
• ¿Cuánto tiempo pasas cultivando la belleza de la santidad cada día (orando, leyendo la Biblia, adorando y estando en comunión, por ejemplo)?
__menos de cinco minutos
__menos de diez minutos
__menos de media hora
__menos de una hora
__a cada segundo
• ¿Crees que deberías cambiar en alguna de estas áreas? De ser así, ¿en qué forma?