Roger, el maestro granjero
Había un problema con la clase de primer grado en la escuela bíblica de la iglesia del pastor Betzer. La clase siempre tuvo maestras, de las cuales muchas se renunciaron envueltas en llanto. Eventualmente, había llegado a ser imposible conseguir maestros para el grupo.
Dios le estaba diciendo que le pidiera a Roger que enseñara en la clase de primer grado.
Un domingo por la mañana, mientras el doctor Betzer predicaba, notó a Roger, un granjero de aproximadamente treinta años, sentado en la parte posterior de la iglesia. En ese mismo instante, Betzer sintió que Dios le estaba diciendo que le pidiera a Roger que enseñara en la clase de primer grado.
El doctor Betzer comenzó a discutir con Dios –mientras estaba predicando–, pues Roger parecía el candidato menos apto para el trabajo. Era tímido, no hacía contacto visual durante las conversaciones y hablaba en voz baja. Sin embargo, al final del servicio, el doctor Betzer se dispuso a hablar con él.
Cuando se encontraron al día siguiente, el pastor no desaprovechó el tiempo y fue directamente al punto. Para su sorpresa, Roger lo miró directamente y aceptó el puesto.
Cuatro veces, en los siguientes cuatro meses, la clase de Roger tuvo que ser trasladada a aulas más grandes. No era inusual ver a los niños despedirlo junto a su automóvil diciendo: “adiós, Roger. Te queremos mucho”.
Cuando el doctor Betzer no pudo contener más su curiosidad, decidió visitar la clase de Roger. Lo primero que notó mientras se acercaba al aula de clases fue que todas las sillas estaban apiladas en la entrada.
Luego escuchó el berrido de una oveja. Abriendo con cuidado la puerta y observando furtivamente, vio docenas de niños sentados en el piso, con las piernas cruzadas y con las Biblias abiertas sobre su regazo, mirando fijamente a Roger. Caminando alrededor del aula, había cuatro grandes, vivas y apestosas ovejas.
Era granjero y sabía que las parábolas de Jesús tendrían más sentido si sus estudiantes tenían algún tipo de ayuda visual, y eso era algo que, justamente, tenía a su disposición.
¿Y Roger? Estaba sentado en la esquina del aula, sosteniendo una Biblia y una pequeña oveja, mientras enseñaba sobre el buen pastor. No muchos de nosotros seríamos capaces de enseñar de esta manera, ¡incluso muchos de nosotros no desearíamos hacerlo! Pero Roger enseñó en sus clases basado en su propia experiencia y en lo que dispuso en su
corazón.
Era granjero y sabía que las parábolas de Jesús tendrían más sentido si sus estudiantes tenían algún tipo de ayuda visual, y eso era algo que, justamente, tenía a su disposición.
Es improbable que el Manual del Maestro que usaba Roger le hubiese sugerido que llevara ovejas reales a su clase; pero había, probablemente, algo en el plan de estudios que despertó esta original idea en él.
Roger modificó su plan de estudios y adaptó el material para su situación. Y esta habilidad de adaptar, junto con un amor sano hacia sus estudiantes, lo convirtió en un maestro efectivo.
Tomado del libro Enseñando con todo su corazón, de David E. Fessenden, Editorial Dinámica.