"Nuestra tarea como maestros de jóvenes es seria".
Les Christie
“Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos” (Salmos 127:4-5).
Si bien este versículo está dirigido a los padres en primer lugar, los líderes y maestros de jóvenes pueden beneficiarse de este consejo bíblico, usándolo como principio fundamental a la hora de diseñar los programas y actividades para sus jóvenes.
Si los niños y los jóvenes son “como flechas”, entonces es de vital importancia que sean lanzados en la dirección correcta. Dios nos ha dado la responsabilidad de ocuparnos de Sus “flechas”, para que les “ayudemos a dar en el blanco”, es decir, para que vivan en el centro de Su voluntad.
Dios nos ha mostrado claramente cuál es ese blanco. Colosenses 1:28 lo expresa así:
“A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto (maduro, completo, íntegro) en Cristo Jesús a todo hombre”.
El apóstol Pablo nos dice que debemos también “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” (Efesios 4:12).
Nuestra tarea como maestros de jóvenes es muy seria. Debemos llevar a los jóvenes hacia la madurez en Cristo y ayudarlos a prepararse para algún tipo de ministerio. Debemos desarrollar el liderazgo potencial en la juventud. Nuestros programas, estudios bíblicos y actividades deben apuntar a este único objetivo.
Los adolescentes desean crecer
Los jóvenes de los primeros años de la escuela secundaria no quieren ser tratados como niños pequeños. No quieren ser subestimados. Expresan su descontento y se quejan de que quieren saber más. Quieren respuestas a sus preguntas.
Están en una edad en la que desean crecer, no sólo física sino también espiritualmente. Lo que voy a decirte a continuación es muy importante: cuando lleguen a los últimos años de la escuela secundaria, su deseo puede desvanecerse o desaparecer. Por lo tanto, ¡aviva la llama ahora!
Los tiempos han cambiado. Los jóvenes, hoy más que nunca, enfrentan temas como el alcohol y el abuso de drogas, la rebeldía, la insatisfacción con la iglesia, el hurto y la pornografía.
Todas estas cosas que en generaciones previas eran sólo una excepción a la regla, ahora estan devorándose la mente de los adolescentes y preadolescentes. Estos muchachos no sólo quieren saber en qué creer, sino además cómo aprender sobre Dios por sí mismos.
Reconoce los límites del grupo
Cuando enseñes a tus jóvenes, ten cuidado de no usar términos difíciles al explicar los temas que se tratan. No los satures. Siempre es mejor mantener un lenguaje simple.
Hay un dicho que dice: “Coloca las galletas en el estante de abajo para que los jóvenes puedan alcanzarlas”. ¿Entiendes la idea?
Por ejemplo, cuando hables sobre Dios el Padre, recuerda que algunos jóvenes tienen recuerdos dolorosos de sus propios padres.
Uno de nuestros voluntarios adultos era consejero en un campamento de jóvenes. Un compañero de cuarto le dijo que el único recuerdo de su padre era cuando tenía apenas cinco años de vida.
Recordó ser golpeado por su padre en una bañera y ver su propia sangre corriendo por ella. Decirle a un joven como este, que tiene un “Padre celestial”, no lo va a entusiasmar si no le explicas con palabras simples cómo Él es realmente.
A nadie le gusta salir mal en las fotografías ni ser mal representado, y es muy posible que a Dios tampoco le guste. Por lo tanto, asegúrate de que las palabras que elijas describan con precisión al Dios Padre que amamos y servimos.
Por otra parte, si vas a enseñar sobre “cómo hablar con Dios”, recuerda que "orar" puede ser un concepto extraño y nuevo para los jóvenes. Tal vez no tengan ni idea de qué decir o qué hacer en una oración.
No hagas que todos se tomen de la mano en círculo y oren en voz alta si no están acostumbrados. Esto puede ser extremadamente incómodo para un adolescente o preadolescente que nunca oró anteriormente en público.
Sin embargo, es interesante ver que cuando los jóvenes comienzan a sentirse cómodos orando en voz alta, sus oraciones se vuelven francas y muy abiertas. Es muy refrescante cuando esto sucede, pero recuerda, esa es la obra del Espíritu Santo, no nuestra, necesitamos darles tiempo y orar por ellos para que Dios los toque a su tiempo.
Explora formas de motivar
Se ha dicho que "uno puede llevar un caballo al agua, pero no se puede hacerlo beber". Sin embargo, es posible alentarlo a beber dándole de comer sal. Del mismo modo, puedes darle a un joven una Biblia, pero no puedes hacer que la lea. Veamos algunas formas de motivar a los jóvenes a leerla.
Recuerdo que yo les decía a los jóvenes cuán importante es memorizar las Escrituras. Ellos asentían somnolientos y no hacían nada. De pronto me di cuenta que si quería que ellos memorizaran las Escrituras, ¡yo debía darles el ejemplo!
Así que memoricé Salmos 1 y se lo recité a mis jóvenes un miércoles por la noche, en un estudio bíblico. No dije que ellos también debían memorizarlo. Sólamente mencioné cómo estos versículos me habían ayudado durante la semana.
Al miércoles siguiente, cuatro jóvenes se me acercaron antes de la reunión: “Hemos estado memorizando algunos versículos bíblicos”, dijeron, “y nos preguntamos si los podemos compartir con los demás”.
Estos cuatro jóvenes compartieron sus experiencias en la reunión juvenil del miércoles por la noche. A la semana siguiente veinte jóvenes habían memorizado las Escrituras. ¿Qué hizo la diferencia? Yo empecé a practicar lo que estaba enseñando.
Es genial cuando los líderes de jóvenes que aman al Señor, pueden decir con Pablo: “Sean imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1).
¿Por qué los discípulos le pidieron a Jesús: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1)? Tal vez fue porque habían visto a Jesús levantarse antes del amanecer a orar, y pensaron que si la oración significaba tanto en Su vida, ¡ellos también la necesitaban! ¿Qué cosas están pidiéndote sus jóvenes?
Brinda consuelo y seguridad
Si enseñas sobre “cómo luchar contra la tentación”, enfatiza a los miembros de tu grupo la importancia de “poner a Jesús primero” en sus vidas. Señala que Él los ayudará a atravesar los tiempos difíciles. Él estará junto a ellos durante los momentos de tentación. Él los ayudará a vencer, aún en medio de su debilidad.
En las Olimpíadas de Verano de 1992 en Barcelona, Derek Redman estaba intentando cumplir con su sueño de toda la vida: ganar una medalla de oro en la carrera de 400 metros. Su meta estaba a la vista cuando dio la última vuelta. Podía ver la línea final.
Luego sintió un dolor en la parte trasera de su muslo derecho y "cayó con la cara al piso”. Fue una situación difícil. Luego le diría a Sports Illustrated que “fue mi instinto animal que me empujó y comencé a arrastrarme. Incluso aunque la carrera había terminado, debía llegar a la meta”.
Los entrenadores venían de todos lados. El lugar de llegada se había llenado de gente. Él los empujaba para que se fueran, arrastrándose y luchando hacia la marca final. Luego un hombre grande, tosco, se hizo lugar empujándose entre la multitud con una gorra que decía “Sólo hazlo” y una camiseta que decía “¿Has abrazado a tu hijo hoy?”. El era su padre.
Tomó el brazo de Derek y lo colocó sobre su hombro. Los periodistas lo oyeron decirle a su hijo “No tienes que hacer esto”. Derek dijo: “Papá, comencé y tengo que terminar”. Y el padre dijo: “Comenzamos juntos y terminaremos juntos”.
Derek no salió con la medalla de oro, pero salió caminando con un increíble recuerdo de un padre que bajó corriendo de las gradas cuando vio a su hijo dolorido y lo ayudó a terminar la carrera. Eso es lo que Jesús hace por nosotros. Cuando tus adolescentes colocan primero a Jesús, Él camina con ellos, aunque hayan caído. No están solos.
Jesús en el primer lugar de nuestras vidas
La última lección del libro Capacitación Básica trata sobre “cómo ser el cuerpo de Cristo en este mundo”. Cuando los jóvenes coloquen a Jesús en el primer lugar de sus vidas, Él les ayudará a alcanzar a los perdidos y desesperanzados de este mundo con su poder.
¿Qué pasaría si Beethoven te pidiera que terminaras su Quinta Sinfonía por él? ¿O si Miguel Ángel te pidiera que le ayudes a tallar una parte del mármol que luego se convertirá en la estatua de David? ¿O si Leonardo da Vinci te solicitara que completes su pintura a medio terminar de la Mona Lisa? Yo diría, “¡¿Y ahora, quién podrá ayudarme?!”
Pero, ¿qué pasaría si Dios tomara la capacidad artística de Beethoven, da Vinci y Miguel Ángel y las pusiera dentro tuyo, a modo de "unción", y comenzaras a componer, a esculpir o pintar como ellos, utilizando tus propias manos? ¡Imagínate cómo se impresionaría la gente!
De igual forma, cuando los jóvenes ponen a Jesús en el primer lugar de sus vidas, el Espíritu Santo no falla en darles la unción que necesitan para andar como Cristo anduvo, predicar como Él predicó y amar como Él amó.
Este es tu objetivo como maestro y la razón por la cual Dios te llamó a enseñar su palabra a los jóvenes. Ora por ellos sin cesar, y sé ejemplo de ellos, hasta que Dios haga la obra.