Vestidos de la santidad que agrada a Dios

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Vestirnos de la santidad que agrada a Dios, es fundamental para estar preparados para la venida de Cristo.

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Cuando hablamos de santidad, todos los cristianos compartimos una misma visión, dada por el Espíritu Santo, sobre cómo debería ser nuestra vida personal como hijos e hijas de Dios.

La visión que nos ha dado el Espíritu Santo es que seamos semejantes a Jesús.

Juan apóstol, dijo:

"El que dice que está en él, debe andar como él anduvo" (1 Juan 2:6).

Sin embargo, en la práctica, cada cristiano se basa en su propia comprensión sobre qué significa la santidad para su vida personal y cómo alcanzarla.

Esto dio origen a un sinnúmero de divisiones dentro de la iglesia, distanciándose unos de otros por causa de sus doctrinas y metodologías, algo que definitivamente no agrada a Dios y dista mucho de la santidad que a Él le agrada.

Además, de qué sirve discutir, si al fin y al cabo, toda la teoría se derrumba cuando observamos que algunas de las cosas que hacemos, que NO queremos hacer, las hacemos igualmente, como si una fuerza oscura dominara nuestros sentidos.

Pocos segundos después del hecho, caemos en cuenta de la realidad: que aún permanecemos esclavos de ese "amo maldito", que nos somete a hacer su voluntad, por encima de la nuestra.

Jesús dijo: "En verdad les digo que todo el que comete pecado es esclavo del pecado; y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres" (Juan 8:34-36).

Eventualmente, todos llegaremos al punto de tener que bajar nuestra cabeza en humildad ante Dios, para que nos liberte de toda esclavitud (y de todas nuestras "santas" metodologías) y nos guíe en el camino correcto de la santidad que a él le agrada.

Pedro, apóstol del Señor, dijo: "Porque escrito está: "SEAN SANTOS, PORQUE YO SOY SANTO" (1 Pedro 1:16).

El testimonio de Isaías sobre la santidad que agrada a Dios

Nuestro amado Isaías, el profeta evangelista de Dios, tiene un testimonio personal para contar, que nos indica el camino correcto hacia la santidad que agrada a Dios.

Isaías tuvo una visión completa de la santidad de Dios

Él cuenta que vio al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y que la orla de su manto llenaba todo el templo. También vio serafines que sobrevolaban sobre Él.

Era una visión celestial épica.

Estos serafines, tenían seis alas, con dos cubrían sus rostros, con otras dos cubrían sus pies, y con las otras dos volaban, mientras se decían unos a otros a gran voz:

"Santo, Santo, Santo, es el SEÑOR de los ejércitos, llena está toda la tierra de Su gloria" (Isaías 6:3).

Cuenta Isaías, que súbitamente, los cimientos de las columnas del templo se estremecieron, y toda la casa de Dios se llenó de humo.

En ese preciso instante, el Espíritu Santo reveló a Isaías una visión completa de la santidad de Dios. Cuando esto ocurre, la persona no vuelve a ser la misma, y esto es lo que le ocurrió a Isaías.

¿Qué nos revela este pasaje de las Escrituras?

Este pasaje de las Escrituras, nos revela que todo comienza con una experiencia personal con la santidad de Dios.

El cristianismo no es una creencia, es una experiencia personal con Cristo. Sin esa experiencia personal, el creyente no puede avanzar en su relación con Dios.

El primer paso de fe, consiste en orar, leer la Biblia y aprender más sobre Jesús, pero para seguir avanzando, necesitamos tener nuestro propio encuentro con el Señor.

De hecho, la Biblia fue escrita para darnos testimonio de que Dios es real y que podemos conocerle personalmente, así como Isaías, Pablo, o los hermanos de la iglesia primitiva.

Dios busca una relación personal con cada uno de nosotros; y su voluntad final es que seamos hechos a la imagen de Su Hijo. Nuestra responsabilidad, es buscarlo de todo nuestro corazón, como lo hacía Isaías diariamente, hasta que lo encontró, tal como Dios mismo prometió en las Escrituras, diciendo:

"Me buscarán y Me encontrarán, cuando Me busquen de todo corazón" (Jeremías 29:13).

La visión de Isaías sobre la santidad de Dios y el pecado del hombre

Isaías era un hombre de oración, justo, obediente, apartado del mal, y como si esto fuera poco, caminaba con Dios en una estrecha comunión con Él.

Sin embargo, cuando el Espíritu Santo le reveló la santidad de Dios, Isaías pudo discernir el abismo de separación que existe entre la luz de Dios y las tinieblas del hombre.

Isaías tuvo una visión panorámica, de 360 grados, de la luz de vida en la que habita Dios, y de la oscuridad de muerte en la que habita el hombre; y conociendo como siervo de Dios, que las tinieblas no pueden sobrevivir a la luz, el profeta se estremeció hasta los huesos y cayó sobre su rostro en tierra.

Isaías cuenta que dijo para sí mismo: "¡Ay de mí! Porque muerto estoy, pues soy hombre de labios inmundos y habito en medio de un pueblo de labios inmundos, porque mis ojos han visto al Rey, el SEÑOR de los ejércitos".

Entonces, dicen las Escrituras, que inmediatamente, voló hacia él uno de los serafines, trayendo en su mano un carbón encendido, que había tomado del altar de Dios con las tenazas.

Isaías cuenta que el serafín, tocó su boca con el carbón encendido, y le anunció la buena noticia de la gracia que Dios le había concedido, diciendo: "Esto ha tocado tus labios, y es quitada tu iniquidad y perdonado tu pecado" (Isaías 6:7).

Isaías, por experiencia personal, comprendió que la única santidad que agrada a Dios, es la santidad que sólo Él puede conceder; y así como José fue vestido con una espléndida túnica de colores, hecha por su padre Jacob, así Isaías fue vestido por el Padre celestial, con los colores de la santidad que agrada a Dios.

Dios perdona nuestros pecados, pero también nos limpia de toda iniquidad.

Aquí vemos una respuesta de la Gracia de Dios, por medio de Su Espíritu Santo, al profundo clamor de Isaías, a quien no solo perdonó sus pecados, sino que además quitó su iniquidad, algo por lo que clama también todo cristiano sincero, que ama a Dios.

Esto nos enseña que el perdón de pecados, no es el fin de la vida cristiana, sino apenas el comienzo. Es como una puerta que se abre de par en par ante nosotros, y si entramos por ella, saldremos y encontraremos el camino que conduce indefectiblemente hacia el trono de la gracia de Dios, de quien podemos recibir, si le buscamos, no solo el perdón de pecados (que ya lo tenemos), sino además, la liberación de toda iniquidad.

En otras palabras, el perdón de pecados salva al hombre arrepentido de la condena por el pecado que pende sobre la humanidad; mientras que quitar la iniquidad, libera al creyente del poder del pecado (eso que lo mantiene esclavo, por encima de su voluntad).

Por lo tanto, cuando esta obra de la gracia es consumada en la vida del creyente, este comienza a caminar en una nueva vida, en la plenitud de la santidad que agrada a Dios, por dentro y por fuera.

A esto se refiere Juan, cuando escribió inspirado por el mismo Espíritu Santo, diciendo:

"Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad (iniquidad)" (1 Juan 1:9).

Resumiendo, podemos decir que el creyente que fue perdonado de sus pecados y limpio (liberado) de toda iniquidad, ha sido finalmente vestido por el Padre con la santidad que agrada a Dios, tal como lo hizo con Isaías.

La venida de Cristo nos urge a ser vestidos de la santidad que agrada a Dios

Ser vestidos de la santidad que agrada a Dios, es imprescindible para los creyentes que amamos a Jesús y esperamos ansiosamente Su venida.

Las Escrituras anuncian que Cristo viene a buscar a una iglesia santa, sin manchas ni arrugas, es decir, una iglesia vestida de la santidad que agrada a Dios.

En este sentido, Jesús enseñó a sus discípulos, diciendo:

“Por tanto, también ustedes estén preparados, porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no piensan (Mateo 24:44). 

“Por eso, velen en todo tiempo, orando que sean tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre" (Lucas 21:36). 

“Para que cuando venga de repente, no los halle durmiendo. Y lo que les digo a ustedes, se los digo a todos: ¡Velen!” (Marcos 13:36-37).

Aquí el Señor exhorta a sus discípulos a velar en oración, porque Su venida será de repente, sin tiempo extra para especular con el arrepentimiento de último momento.

En otras palabras, debemos buscar a Dios de todo nuestro corazón y estar preparados como las cinco vírgenes prudentes, ocupándonos diligentemente en mantener nuestras lámparas encendidas, mientras esperamos al Señor, vestidos de la santidad que a Él le agrada.

Nuestro querido Pablo, apóstol del Señor, enseña en Efesios 5: 25-27, que Cristo amó a la iglesia y se dio Él mismo por ella para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.

Que nadie se equivoque, Cristo viene a buscar a una iglesia inmaculada, vestida de la santidad que agrada a Dios.

Dios tiene una palabra para ti

Si llegaste leyendo hasta aquí, es porque sientes que Dios tiene una palabra para ti a través de este artículo, y estás en lo cierto, la tiene; y no solo para ti, para todos nosotros también, y el mensaje es este:

"¡Estén preparados!" (Mateo 24:44).

"¡He aquí, yo vengo pronto...!" (Apocalipsis 22:12).

De Mateo a Apocalipsis, las Escrituras nos exhortan una y otra vez, a que estemos preparados para el regreso de Cristo, porque es el próximo evento profético que ocurrirá en cualquier momento; y si sabemos que el Señor viene a buscar una iglesia sin mancha ni arruga, es decir, vestida de la santidad que agrada a Dios, entonces, la próxima pregunta lógica que todos nos hacemos es:

¿Cómo hago para ser vestido de la santidad que agrada a Dios, y estar preparado para Su venida?

La respuesta está en las Escrituras.

Hay un pasaje bíblico de cabecera, que resume en sí mismo todo lo que necesitamos saber sobre cómo ser vestidos de la santidad que agrada a Dios y estar preparados para la venida de Cristo.

Toma nota, porque estos versículos que veremos a continuación, son el fundamento bíblico de la enseñanza sobre cómo debes estar preparado para la venida del Señor.

Este pasaje de las Escrituras dice así:

"Y que el mismo Dios de paz los santifique por completo; y que todo su ser, espíritu, alma y cuerpo, sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Aquél que los llama, el cual también lo hará" (1 Tesalonicenses 5:23-24).

Aquí Pablo está intercediendo para que cada uno de nosotros, creyentes en el Señor, seamos vestidos de la santidad que agrada a Dios, es decir, una santidad completa e irreprensible, que nos habilita a estar en pie delante del Hijo del hombre en su venida.

La llave de este pasaje bíblico, se encuentra en la última parte, que muchas veces pasa desapercibido, y dice así: "Fiel es Aquél que los llama, el cual también lo hará" (1 Tesalonicenses 5:24).

Aquí encontramos un maravilloso paralelismo entre la experiencia de Isaías y la nuestra: la santidad que agrada a Dios, solo puede ser concedida por el Señor en persona, y sabemos que lo hará, porque es fiel.

En otras palabras, es el Padre quien nos santifica por medio de Su amado Hijo, y así como vistió a Adán y Eva con pieles, para cubrir la desnudez de su pecado, ahora el Padre nos viste con los colores de la santidad de su Hijo Jesús, que es la única santidad que agrada a Dios.

Búscalo de todo tu corazón, y Dios te vestirá de la santidad que a Él le agrada. Él lo hará.

Si te interesa saber cómo fue mi experiencia personal con la santidad de Dios y leer mãs sobre cómo tener un encuentro personal con el Señor, te recomiendo mi libro "La Plenitud del Espíritu, es un Regalo de Dios", que lo puedes conseguir en Amazon, a muy bajo costo, en formato impreso o digital.

Que Dios te guarde en su perfecta paz!

Stevan.

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